Carta a los cofrades del Stmo. Cristo de la Sed y Santa María de Consolación, Madre de la Iglesia

Una Semana Santa diferente

Queridos hermanos de nuestra querida Hermandad:

Nunca olvidaremos esta Cuaresma del año 2020. Cuando nuestra cofradía, como las demás, ya lo tenía todo dispuesto para la celebración de la Semana Santa, cuando ya se estaban desarrollando los actos propios del tiempo cuaresmal, cuando sentíamos tan cerca ese momento, único y esperado todo el año, de salir a la calle acompañando a nuestras sagradas imágenes, … todo cambió de repente. Las noticias de la rápida extensión de un virus que venía de muy lejos dejaron de ser algo ajeno para insertarse en nuestras vidas de un modo cruel. La sociedad se ha paralizado y todos tenemos miedo ante la posibilidad real del contagio y de la muerte. En estas circunstancias no se ha suspendido la Semana Santa, sino que estamos celebrándola de un modo diferente.

El mensaje de la Semana Santa es siempre profundamente alentador y, si cabe, aún más este año, porque es el mensaje del triunfo de la Vida sobre la muerte: Cristo ha vencido y, con Cristo y en Cristo, todos los que creemos en Él. Cristo ha vencido al pecado, por el que la muerte entró en el mundo (cf Rm 5, 12).

Este es el misterio central de nuestra fe que, año tras año, celebra la Iglesia en el Santo Triduo Pascual, núcleo de todo el año litúrgico. Por eso, la Semana Santa no puede trasladarse de fecha. Y, a pesar de las dificultades, este año también se celebrarán los Santos Oficios, aunque a puerta cerrada debido a las disposiciones de las autoridades civiles y sanitarias. Sin duda, los cofrades tendremos la oportunidad de sumarnos a las celebraciones que retransmitirán las diversas cadenas de radio y televisión, accesibles también gracias a las redes sociales.

Este año no habrá procesiones, en ningún sitio. Por primera vez, desde hace muchísimos años, las procesiones no van a recorrer las calles de nuestros pueblos y ciudades de España durante la Semana Santa. Casi todos hemos experimentado la tristeza que produce una lluvia inoportuna que ha impedido que nuestra cofradía, en alguna ocasión, pudiese salir a la calle. Este año el dolor es compartido por todos los hermanos de todas las cofradías.

¿Y qué vamos a hacer? Ofrecerlo a Dios como un gran sacrificio, porque es algo que nos resulta costoso, penoso. Precisamente en la Semana Santa contemplamos los tormentos que Cristo quiso sufrir por nosotros en la Pasión para redimirnos. Dice san Pablo: “Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia” (Col. 1, 24). Este año, queridos hermanos, tenemos una ocasión preciosa para “sufrir” con Cristo en favor de la Iglesia, en favor de todos los demás y de una manera muy particular, de los que están padeciendo con mayor virulencia la fuerza del virus: los enfermos, quienes les cuidan y asisten, y sus familias. Y nuestro dolor, unido al de Cristo, será también fuente de vida y de esperanza.

Creo que sería bueno que, aunque estemos encerrados en casa, acudamos puntualmente a la estación de penitencia de nuestra cofradía, aunque este año sea solo con el deseo. ¿Y lo haremos? Os propongo que a la hora en que deberíamos estar recorriendo las calles de Sevilla en procesión, nos recojamos interiormente, guardemos silencio y abramos las puertas de nuestro corazón para que de él salga la mejor procesión de nuestra vida. Una procesión que va a recorrer las calles vacías de un mundo triste y dolorido, en el que muchos hermanos nuestros agonizan en la soledad o acompañados desde la distancia, como Jesús en la Cruz, pero nunca solos porque Él está a su lado. Y, dado que este año somos nosotros quienes podemos fijar el recorrido de la procesión, os propongo que nos acerquemos hasta los hospitales, las residencias de ancianos y las casas donde hay enfermos, que paremos los pasos del Señor de la Sed y de nuestra Madre de Consolación delante y recemos por ellos y con ellos.

En toda procesión, la cruz abre el cortejo. La cruz es la señal del cristiano y del cristianismo. Gracias a Cristo, dejó de ser instrumento de muerte para convertirse en símbolo de amor, entrega y vida. Detrás vienen las filas de hermanos con sus cirios. Este año la luz, reflejo de Cristo y símbolo de la fe, es más necesaria que nunca pues la tristeza se cierne como poderosa tiniebla que oscurece el discurrir de nuestras vidas. Acompañando la procesión va también la banda, con sus redobles y marchas. Este año la música será tan sólo el clamor de nuestra oración, que se eleva al cielo suplicando la Misericordia de Dios y agradeciendo el gran servicio que tantas personas están haciendo en favor de los demás.

Y, por fin, nuestros sagrados titulares: la imagen de Cristo, que sufre la sed de todos los hombres, y de la Virgen en sus dolores quien, sin embargos, es el Consuelo de los nuestros. Seguro que estamos acudiendo cada día a sus pies para pedir, suplicar, dar gracias, llorar, sonreír, alabar… Los pasos los adornaremos este año, en el que no vamos a poder ponerle flores, pero sí ofrecerle al Stmo. Cristo de la Sed y a nuestra Madre de Consolación los lirios de nuestra contrición, los claveles de nuestra fidelidad y las rosas de nuestro cariño. Y podemos alumbrarle con un cirio que simbolice la ofrenda de un propósito serio de conversión (por ejemplo, acercándonos al sacramento de la Penitencia), de una entrega más generosa a los demás, de un testimonio de vida cristiana sin complejos.

Queridos hermanos cofrades, el Señor y la Virgen nos esperan para que los acompañemos este año en esta “estación de penitencia” tan especial: no dejemos pasar la ocasión, Se realizamos en nuestras casas esta peculiar procesión interior, la Semana Santa de este año no será una más. Os aseguro que será una vivencia única y distinta, profunda y consoladora, triste y gozosa al mismo tiempo.

Y si, como ocurre en muchos casos, sois varios los cofrades en el hogar, os animo a vivir juntos en familia –iglesia doméstica– este momento irrepetible, especialmente con los niños. Os propongo seguir, virtualmente, el Viacrucis con nuestra Hermandad, en la Catedral hispalense, a las 21h., que leáis con solemnidad el relato evangélico de la Pasión, o bien que recéis piadosamente los misterios dolorosos del Rosario. Pongamos bajo el manto, grande y azul como el Cielo, de la Virgen de Consolación a nuestros hermanos cofrades que han fallecido recientemente, junto con todos nuestros seres queridos y todos los que han caído víctimas de esta terrible epidemia.

Y no olvidemos que, tras la oscuridad, y el silencio, y la soledad, siempre llega el gran gozo de la Pascua, de la victoria de Cristo que, Resucitado, proclama que es Señor de la vida y de la muerte. También este año, la Pascua es mensaje de segura esperanza, de vida, de optimismo. Porque Cristo vence siempre, aunque el último enemigo aniquilado sea la muerte (1Cor 15, 26).

Cristo resucitado, vuelve al Padre, pero antes encarga a la Iglesia (a todos nosotros) difundir por todo el mundo la gozosa noticia de la salvación. En latín, “salus” significa tanto la salud corporal como la salvación. Pidámosle al Médico divino su medicina, que nos procure, cuanto antes, la salud y la salvación.

Ángel Sánchez Solís

Párroco de la Concepción y Director Espiritual de la Hermandad