La acción del Espíritu Santo en nuestra vida.

La acción del Espíritu Santo en nuestra vida.

El Espíritu Santo, prefigurado en el Antiguo Testamento en el fuego que bajaba del cielo para consumir las ofrendas, es el que convierte la cruz horrible en Cruz gloriosa, tornando el sufrimiento en sacrificio, el sinsentido en designio de Dios, la maldición en bendición y la muerte en resurrección y causa de salvación para todos los hombres. A menudo, en la Pasión solo “vemos” a Cristo, pero conviene que nos demos cuenta de la acción discreta del Espíritu santo en ese gran misterio, para consumar y transfigurar el sacrificio de nuestro Señor.

Una vez que descubramos su intervención en la Pasión del Hijo de Dios, podremos descubrir, desear y pedir esa misma acción del Espíritu Santo en nosotros. Cuando lo hagamos, nos maravillaremos de la capacidad que tiene el Paráclito de actuar precisamente en el centro de todo aquello que nos destruye, de lo que no nos deja ser felices, lo que nos mata y nos hace sufrir. Es Espíritu de Vida porque, donde no hay más que muerte, pone la vida eterna.

Si el Espíritu Santo está presente, transformará nuestros sufrimientos en sacrificio agradable a Dios, unido al eterno Sacrificio de Cristo para nuestra salvación y la salvación del mundo. Convertirá nuestros complejos y defectos, las incomprensiones y los rechazos que sufrimos, la oscuridad que no nos deja ver y las angustias que nos atenazan en historia de salvación que conduce a la vida eterna, en ofrenda de amor, en fuente de santidad y en cruz gloriosa del Señor resucitado. Él es el único que puede cambiar nuestra culpa, perdonada y borrada, en “feliz culpa” que ocasione mayores gracias y milagros aún de Dios en nuestra vida.

Ven, Espíritu Santo, y haz milagros en mi cruz.

Fuente: infocatolica.com