¿Quién es el Espíritu Santo y para qué sirve?

¿Quién es el Espíritu Santo y para qué sirve?

Recibimos el Espíritu Santo en nuestro Bautismo y nos ayuda a cumplir con los deberes propios de nuestro estado.

“Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria” decimos en el Credo.

¿Quién es?
Es la tercera persona de la Santísima Trinidad, eterno como el Padre y como el Hijo. Así como decimos que Jesús es la Palabra de Dios, del Espíritu Santo decimos que es el amor del Padre y del Hijo. Del Hijo decimos que fue engendrado por el Padre; del Espíritu Santo decimos que procede del Padre y del Hijo. Es regalo del Padre y regalo de Jesús.

¿Cómo actúa?:

  • Es el dador de la vida.
  • Está en los profetas y en los guías del pueblo elegido.
    Inspira a los escritores sagrados de la Biblia.
  • Jesús nace por obra del Espíritu Santo.
  • Desciende sobre Jesús en su Bautismo.
  • Lleva a Jesús al desierto.
  • Está siempre presente en la vida de Jesús.
  • Jesús lo da a los apóstoles para perdonar los pecados.
  • En la ascensión lo promete a los apóstoles.
  • El Espíritu Santo desciende sobre los apóstoles en Pentecostés.
  • Está presente notablemente en el inicio e la Iglesia, eligiendo y enviando misioneros. Es la Iglesia del Espíritu Santo.

La acción del Espíritu Santo en nosotros:
El Espíritu Santo tiene la misión divina de santificar y conducir a la Iglesia. Asesora de manera especial al Papa para que sea infalible (que no puede equivocarse) cuando proclama la doctrina de una manera oficial, es decir, ex chatedra, desde la silla, como maestro de la Iglesia.

Recibimos el Espíritu Santo en nuestro Bautismo y, más plenamente, en la Confirmación para ser testigos y apóstoles de Cristo.

Compromisos:
Somos templos vivos del Espíritu Santo y el Espíritu que mora en nosotros nos santifica… ¡si nosotros queremos!

Ese podría ser nuestro principal compromiso: ser dóciles a la acción del Espíritu Santo en nosotros para crecer continuamente en nuestra vida espiritual.

Hemos recibido el Espíritu Santo en la Confirmación para ser apóstoles que den testimonio valientemente de Cristo. Si no somos apóstoles, ¿no sentimos como que estamos desperdiciando tan valioso sacramento?

Cuando hablamos al Padre Dios y lo llamamos con ese nombre tan hermoso que nos enseñó Jesús, es el Espíritu Santo el que ora en nosotros. Intensifiquemos nuestra oración haciéndola más frecuente, más familiar y más comprometida.

Con un gran espíritu de fe aceptemos la doctrina de la Iglesia como revelada por Dios e inspirada por el Espíritu Santo. Aunque la infalibilidad del Papa solo vale cuando habla oficialmente, ex chatedra, conozcamos su doctrina a través de sus cartas y encíclicas y tratemos de llevarlas a la práctica. Con ese mismo espíritu debemos obedecer a nuestros pastores legítimos.

El Espíritu Santo nos ayuda a cumplir con los deberes propios de nuestro estado. Los esposos pídanle la gracia de ser buenos esposos  y buenos padres.

Algunos de los frutos de los dones del Espíritu Santo son la alegría y la paz. Esa paz que nace de pedir y dar perdón y esa alegría sincera que sólo tendremos si hacemos la voluntad de Dios.

En la Confirmación, el Espíritu Santo nos da sus siete dones:

  • Sabiduría: nos comunica el gusto por las cosas de Dios.
  • Entendimiento: conocimiento profundo de las verdades de la fe.
  • Ciencia: la recta apreciación de las cosas terrenas.
  • Consejo: nos ayuda a formar juicios sensatos acerca de las cosas prácticas de la vida cristiana.
  • Piedad: nos da el amor a Dios como a un Padre.
  • Temor de Dios: nos infunde el temor de ofender a Dios y nos impulsa a huir del pecado.
  • Fortaleza: nos da la fuerza de vencer las adversidades de la vida y el valor para emprender acciones buenas

Fuente: desdelafe.mx